
En El pasajero de Truman se nos relata, grosso modo, la triste y célebre historia del doctor Diógenes Escalante, el político que había sido designado por el "destino" para salvar a Venezuela de la tiranía que se vislumbraba en el horizonte. En una jugada casi perfecta, el novelista pone a narrar a Román Velandia (Ramón J. Velásquez) y a Humberto Ordóñez (Hugo Orozco); ambos actores fundamentales de la tragedia histórica, al haber trabajado con el doctor Escalante como sus asistentes en diferentes épocas de su vida. Los dos personajes, muy ancianos ya, se enlazan en una suerte de tertulia histórica cada tarde en la casa de Ordóñez en Altamira, a instancias del primero, para que rompa por fin con el largo silencio en torno a la abrupta salida de Escalante del escenario político en 1945, momento preciso de su inminente ascenso a la presidencia de la República por voluntad de Isaías Medina Angarita, mandatario de entonces, y por el consenso de las fuerzas políticas que veían en él al civil mejor preparado para acometer tan difícil tarea.
Cada capítulo es intercalado con la narración en la voz del propio Diógenes Escalante, quien le cuenta a Ordóñez sus peripecias en su larga vida como diplomático, sus venturas y desventuras políticas, y sus caros errores personales. En esta suerte de mea culpa, es cuando mejor se perfila el cariz psicológico del personaje. A través de la reflexión sobre lo acontecido, las escaramuzas políticas a lo venezolano y las torceduras del destino, afloran elementos para develarnos algunos porqués a nuestras eternas interrogantes sobre el país que somos y que "merecemos". No deja de llamar la atención la sutil relación -subliminal por cierto- entre aquellas difíciles circunstancias, que llevaron casi de inmediato al golpe cívico-militar contra Medina, y el futuro "militarista" que como karma se empecinaría contra nuestra nación.
Resalta en la trama el viejo ofrecimiento del presidente norteamericano Harry Truman a Diógenes Escalante, en el sentido de mandarlo a buscar en su Sacred Cow para que develaran juntos un busto a Bolívar en una ciudad de Missouri, cuando nuestro personaje alcanzara la primera magistratura. Por malas pasadas del destino -o el infortunio-, la "locura" que de manera paulatina se apoderó de su mente, lo inhabilitó para cumplir su más caro anhelo personal, y fue por la generosidad de Truman que viajara a Washington como su pasajero (en compañía de su asistente y de su familia), no ya para inaugurar el busto, sino para cumplir con la humillante tarea de tener que ser internado en una clínica psiquiátrica en un intento fallido por recuperar su salud mental. Lo recomiendo al 100%.
Resalta en la trama el viejo ofrecimiento del presidente norteamericano Harry Truman a Diógenes Escalante, en el sentido de mandarlo a buscar en su Sacred Cow para que develaran juntos un busto a Bolívar en una ciudad de Missouri, cuando nuestro personaje alcanzara la primera magistratura. Por malas pasadas del destino -o el infortunio-, la "locura" que de manera paulatina se apoderó de su mente, lo inhabilitó para cumplir su más caro anhelo personal, y fue por la generosidad de Truman que viajara a Washington como su pasajero (en compañía de su asistente y de su familia), no ya para inaugurar el busto, sino para cumplir con la humillante tarea de tener que ser internado en una clínica psiquiátrica en un intento fallido por recuperar su salud mental. Lo recomiendo al 100%.